Tras el fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner, los medios oficialistas no escatimaron en resaltar la imagen de aquellos jóvenes que se mostraron acongojados por el hecho. Pero no sólo se ocuparon de mostrarlos sino que se hizo una gran generalización al tomar la parte como el todo.
No puede decirse que son pocos aquellos que apoyaban a Néstor, pero tampoco puede hablarse de “la juventud K” como un colectivo que engloba a todos los jóvenes. Muchos de ellos se sienten excluidos del sistema al no contar con los medios para satisfacer necesidades básicas ni poseer un canal de diálogo con quienes dicen convocar a los jóvenes.
Aquellos que no tienen la posibilidad de contar con el acceso a la educación o a un trabajo digno no pueden incluirse en este grupo feliz. Es por ello que los medios kirchneristas se encargan de que no aparezcan en ninguna noticia a modo de esconder cualquier tipo de disconformidad que haga peligrar la imagen del gobierno y de la supuesta unidad juvenil.
Como si esto fuera poco, usaron la tecnología y la habilidad de los técnicos para hacer esta manifestación más grande de lo que era. La trampa consistió en duplicar la cantidad de concurrentes a la despedida del ex presidente mediante técnicas de montaje; por lo tanto no sólo no eran “todos” sino que tampoco tantos.
Esta es una prueba de la distorsión que tienen los medios de comunicación oficiales de algunos conceptos. El respeto hacia la libertad de expresión consiste en dar cabida a todas las voces y no sólo en mostrar la parte más grata de la realidad como si fuera la verdad única.
